Vigésimo sexto paseo : Los amigos del crimen perfecto de Andrés Trapiello ;
Barcelona : Destino , 2003
Este libro , Premio Nadal de 2003 , está ambientado en los primeros años ochenta y más concretamente en los días anteriores y posteriores al 23 de Febrero en Madrid .El argumento está muy cercano a la novela policíaca y novela negra , auque a veces sea simplemente para parodiarla o ir más allá .Un grupo de amigos amantes de la novela negra persigue , desde hace años, la ilusión de un crimen perfecto .Paco Cortés , un escritor de noveluchas de quiosco es el verdadero protagonista, siempre, eso sí , rodeado del grupo de amigos que acuden a la tertulia .Hay una verdadera trama bien hilada .El libro se lee muy bien , engancha hasta el final .
Destacaremos la voz del narrador . Se hace eco del espíritu de la novela en sus apreciaciones. Juega con el lector y se pone de parte del escritor de novelas policíacas. Cuando aprecia algo siempre lo ve a través de los ojos del personaje escritor porque percibe una trama policíaca en cualquier lado, con unos personajes propios de la mejor intriga , antisociales , asesinos, burladores , etc.
Uno de los aciertos del libro es , indudablemente , el estudio de personajes. Hay un verdadero desfile de personajes bien dibujados , con caracteres peculiares, siempre enfocados hacia la intriga ,el misterio , el asesinato , en ocasiones con matices paródicos . Es interesante reflejar , en cuanto a los personajes , que todo el grupo de las tertulias (Los A.C.P = Los amigos del crimen perfecto) tienen otro nombre tomado de novelas policíacas . Así el protagonista, Paco Cortés , será Sam Spade.Otros nombres conocidos serán Perry Mason, Sherlock Holmes, etc hay constantes guiños a la literatura policíaca.También un juego constante con el lector .De ello deriva una interesante y entretenida novela que me ha gustado mucho leer estos días mientras oía caer la bendita lluvia tras los cristales . Desde estas humildes páginas aconsejo su lectura si uno quiere pasar un buen rato sin mayores pretensiones .
Barcelona : Destino , 2003
Este libro , Premio Nadal de 2003 , está ambientado en los primeros años ochenta y más concretamente en los días anteriores y posteriores al 23 de Febrero en Madrid .El argumento está muy cercano a la novela policíaca y novela negra , auque a veces sea simplemente para parodiarla o ir más allá .Un grupo de amigos amantes de la novela negra persigue , desde hace años, la ilusión de un crimen perfecto .Paco Cortés , un escritor de noveluchas de quiosco es el verdadero protagonista, siempre, eso sí , rodeado del grupo de amigos que acuden a la tertulia .Hay una verdadera trama bien hilada .El libro se lee muy bien , engancha hasta el final .
Destacaremos la voz del narrador . Se hace eco del espíritu de la novela en sus apreciaciones. Juega con el lector y se pone de parte del escritor de novelas policíacas. Cuando aprecia algo siempre lo ve a través de los ojos del personaje escritor porque percibe una trama policíaca en cualquier lado, con unos personajes propios de la mejor intriga , antisociales , asesinos, burladores , etc.
Uno de los aciertos del libro es , indudablemente , el estudio de personajes. Hay un verdadero desfile de personajes bien dibujados , con caracteres peculiares, siempre enfocados hacia la intriga ,el misterio , el asesinato , en ocasiones con matices paródicos . Es interesante reflejar , en cuanto a los personajes , que todo el grupo de las tertulias (Los A.C.P = Los amigos del crimen perfecto) tienen otro nombre tomado de novelas policíacas . Así el protagonista, Paco Cortés , será Sam Spade.Otros nombres conocidos serán Perry Mason, Sherlock Holmes, etc hay constantes guiños a la literatura policíaca.También un juego constante con el lector .De ello deriva una interesante y entretenida novela que me ha gustado mucho leer estos días mientras oía caer la bendita lluvia tras los cristales . Desde estas humildes páginas aconsejo su lectura si uno quiere pasar un buen rato sin mayores pretensiones .
Etiquetas: Andrés Trapiello
11 Comments:
Cuántas veces habré oído hablar de este libro y nunca me han dado ganas de leerlo. A mí no me gusta nada la novela policiaca y con esa temática Andrés Trapiello nunca me tendrá entre sus lectoras. La primera vez que yo leí algo de Trapiello, ¿sabes dónde fue?, pues en una revista llamada "Dunia". Me encantaban los artículos de Trapiello y me imaginaba que escribiendo tan bien llegaría muy lejos en su trayectoria de escritor. Tengo mucha más curiosidad por su novela "Al morir don Quijote", que ya lo tengo preparado para hincarle el diente estas navidades; mientras mis alumnos tienen como lectura obligatoria El Quijote, para que no salgamos del monotema de este año. Antes de que se acabe el año de celebraciones mil.
Un abrazo, Gatito.
Esta vez si que conozco este libro, me lo regalaron al poco tiempo de ser premiado. Me pareció distraido, pero no es de lo que más me gusta de Trapiello. A Andrés Trapiello lo conocí a través de un programa de televisión donde le entrevistaban sobre sus diarios. Luego compré uno de ellos y me quedé atrapado por su lectura. Me encantan sus diarios. He leido tres de ellos. Tienen la ventaja de que puedes abrirlos por cualquier página ya que en ellos más que el argumento lo que me gusta es el deleite de la palabra, que produce. Y sobre todo, me asombra la capacidad de sacar buena literatura de la vida cotidiana. Saludos.
A mí también me pareció entretenida, bien escrita, pero sim mayores pretensiones.
La comenté aquí:
http://lepisma.liblit.com/?p=192
Ah, paar la novela policíaca, me quedé en la noevla negra clásica, por preferir otro tipo de novelas.
Escucharte, vale. As´que ya estoy avisada.
:-)
Selvatia, bienvenido a mi blog. Ya pasaré a visitarte . Saludos
Hola: Yo también soy nueva en esto de los blog o como se llame, soy una admiradora de Andrés Trapiello, he leido todo lo que publica pero sobretodo espero con ansia sus diarios os recomiendo el último El Jardín de la Polvora mil y pico páginas de cotidianidad hecha magnifica literatura.
Por cierto llevo tiempo queriendo ponerme en contacto con él ¿alguien sabe como?
Vaya tan nueva que no se ni como funciona mi nombre es Alicia pero no me deja ponerlo porque no se como.
Un ronroneo Gatito
Bienvenidos a mi blog , Alicia y Anonymous .Saludos
UNOS CUANTOS SUPOSITORIOS PARA EL MERLUZO DE TRAPIELLO
(CARTA CERRADA POR ENTREGAS O TRATAMIENTO EN FORMA DE SUPOSITORIOS QUE, A PARTIR DE HOY Y HASTA EL PRÓXIMO DÍA 29 DE MAYO DE 2006, LE HE PRESCRITO A ESE NOTORIO PICAPLUMAS A QUIEN DIEGO LARA BAUTIZÓ COMO “EL MERLUZO DE TRAPIELLO”, ANDRÉS POR NOMBRE DE PILA, Y EN ADELANTE “EL PAJILLERO DE LA MESA CAMILLA”, CON COPIA PARA FAMILIARES Y AMIGOS, CONOCIDOS Y DESCONOCIDOS, Y MUY EN ESPECIAL PARA LOS HERMANOS GARCÍA ALIX, PUES EL MERLUZO SE ESCUDA EN ELLOS, Y PARA MIS PROPIOS HERMANOS, AGRUPADOS EN EL BUFETE RIVAS & ASOCIADOS, PUES TAMBIÉN SE SIENTEN AFECTADOS POR LA SARTA DE MENTIRAS, INFAMIAS Y CALUMNIAS QUE EL MERLUZO VIENE ESCUPIENDOME A LA CARA EN SUCESIVAS ENTREGAS DE SUS MOSTRENCOS DIARIOS, Y CON EXTRAÑA SAÑA EN EL ÚLTIMO DE ELLOS, INTITULADO “EL JARDÍN DE LA POLVORA”, CON PETICIÓN EXPRESA DE QUE SEAN DIFUNDIDOS, DE VIVA VOZ O POR ESCRITO, EN LOS MENTIDEROS DE LA VILLA Y CORTE Y EN LAS TERTULIAS DE PUEBLOS Y PROVINCIAS, EN LOS CÍRCULOS RECREATIVOS Y EN LOS SALONES LITERARIOS, EN CASINOS, BARES, REDACCIONES, LIBRERIAS, GALERÍAS DE ARTE, PELUQUERÍAS Y REBOTICAS, EN LOS MEDIOS LIBERTARIOS Y EN LOS CAMPUS UNIVERSITARIOS, EN LOS ARRABALES DE LA ACADEMIA Y EN LOS FOROS DE LA RED, JUNTO A UNA INVITACIÓN FORMAL A QUIENES TENGAN CONOCIMIENTOS DE CAUSA PARA QUE SE SUMEN A ESTA BATIDA CUYOS OBJETIVOS SON MUY SIMPLES: PLANCHARLE LA ARRUGADA NEURONA QUE LE QUEDA AL PERSONAJILLO MÁS RIJOSO DEL MUNDO DE LAS LETRAS, PASARLE EL PLUMERO DEL POLVO AL CORAZÓN MÁS REVENÍO DE LA MADRILEÑA CALLE CONDE DE XIQUENA Y, POR FIN, OBLIGARLE A BAJAR DEL BURRO AL TONTO MÁS SOLEMNE DE MANZANEDA DE TORÍO, AUNQUE SOLO SEA POR EVITAR QUE SIGA HACIÉNDOSE DAÑO A SÍ MISMO Y SALPICANDO A LOS DEMÁS, Y DADO QUE TRAS ESTA BEATA TRINIDAD SE ESCONDE UN ÚNICO CARNET DE IDENTIDAD, EN CASO DE QUE EL MERLUZO SE RESISTA O SE QUIERA ESCAQUEAR, QUEDA AVISADO QUE NO EXISTE HUMANO MODO QUE LE LIBRE DEL ESCARNIO PÚBLICO, DEL ESCARMIENTO EJEMPLAR NI DE LA OBLIGACIÓN DE APECHUGAR CON LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS.)
I.- LA FORJA DE UN POETA PURO
No hace mucho, mi amiga Lidia Lunch publicó un libro que empezaba recordarnos algo evidente, pero que de vez en cuando conviene repetir: en este mundo todos somos jodídamente culpables, pero tú, merluzo, además de culpable, eres tonto, aburrido, envidioso, retorcido, mentiroso, cobarde, hipócrita, mezquino, perdonavidas e hipocondríaco, por entresacar tan solo algunos de los muchos dones que atesoras, congénitos todos ellos y que tienden a agravarse con la edad.
Hace treinta años que te conozco. Hace muchos coincidimos j en varias empresas tan breves como episódicas, en algún que otro empeño y poco más. A caballo entre los años 77 y 78 trabajamos una temporada en el programa “Trazos” de la segunda cadena de RTVE, bajo la batuta de Paloma Chamorro y, a consecuencia de ello, durante varios meses compartimos un pisito en el barrio de Aluche de Madrid. La patrona, que andaba en combinación con el jefe de producción del programa, era una actriz de reparto ya retirada y muy simpática a la que en uno de tus tostones anuales, imagino que por adobarlo con algún detalle exótico, la disfrazas de flamenca y la envías de gira por el Líbano como Carmen de Ronda, pero su nombre artístico era Eva Güer, apócope del apellido Guerrero, muy a tono con unas ideas rabiosamente modernas sobre cosmética y decoración que le llevaron a tapizar la mayor pared del salón con mullidos lienzos de skay de un color naranja butano que, por excesivo, tenían hasta gracia pero a ti te ponían de los nervios, la patrona y el tapizado.
En aquel marco incomparable cumplimos los dos 25 años y tu alumbraste tus primeros versos, unos poemillas tristones y campanudos escritos muy trabajosamente, dicho sea de paso, y empezaste a rumiar tu primer libro de versos. Ya tenías publicada una monografía sobre el escultor abstracto José Luis Sánchez, un libro de conversaciones con el pintor geométrico Eusebio Sempere y habías firmado el guión de un documental sobre Julio Romero de Torres. Poco a poco ibas labrándote un curioso cartelito de crítico de arte moderno, servicial y sensiblero, progresivamente atormentado por la manía obsesiva de ser, por encima de todo, poeta, solo poeta, y excepto a la poesía, a todo lo demás empezaste a hacerle ascos, a ponerle mala cara, a ganarte el apodo de Sor Melindres con el que se te empezó a conocer. Todo se te antojaba una filfa, alfalfa si cabe, pane lucrando que diría don Latino, ganapanes por los que no estabas dispuesto a seguir empeñando ni una pestaña de tu alma de poeta. Extravagancia que, por cómica y desmesurada, nadie te tomaba muy en serio. Te consolábamos, eso sí, en tus momentos de flaqueza y desfallecimiento, muy teatrales por cierto, y lo hacíamos con un punto de ternura y una punta de pitorreo, muy lejos de sospechar el tamaño de tu soberbia, la gravedad que alcanzaría tu desvarío. Decías, con inflexión grave y afectada: de todas las amantes la poesía es la más celosa y exigente, y a fuerza de repetirlo terminaste creyéndotelo. Te dio como un pasmo que tomaste por trance, y con el mismo gesto de mansedumbre y resignación infinitas con que las beatas acometen el vía crucis a pesar de las varices, emprendiste la ascensión del Parnaso.
Los comienzos fueron duros, siempre lo son, incluso para el futuro autor de “La vida fácil”, ese clásico de la poesía inconsútil, por decirlo con un adjetivo que tú detestas, seguramente porque te viene como un guante. Tu primer Virgilio fue José Miguel Ullán, castellano como tú de una Castilla aún más profundas si cabe, y natural de un pueblo con un nombre aún más sonoro que el de tu pueblo. Tras la muerte de Franco, Ullán regresaba del exilio aureolado por una leyenda extraordinaria en la que se fundían política y poesía, el París de los conciábulos antifranquistas y las soirêes de Marguerite Duras, los versos iconoclastas de la “Antología Salvaje” y las pesadillas maoístas de Julio Álvarez del Vayo, senil presidente del FRAP y auténtico Avinareta de nuestro tiempo. No recuerdo bien en que momento del camino le saltaste a la chepa, supongo que en la estación de Valladolid, lo cierto es que a Madrid llegaste encaramado sobre su hombro, el derecho creo. Tu Virgilio, lo reconocerás, cumplió con su cometido y te dejó colocado en uno de los círculos exteriores del infierno, tampoco hay que exagerar, de nombre Guadalimar. Al demonio encargado de fustigarte con el tridente le llamaban el Fenicio, y tú acudías a diario desde un pisito compartido, allá por el metro de Empalme, a trabajar como un chino oficiándole de negro.
Ullán, y eso para ti fue un problema insuperable, te obligaba a transitar por arrabales de la poesía donde no te sentías seguro, perdías pie, trastabillabas, te daban los calofríos. Al principio no parecía importarte demasiado, y durante varios años usaste su nombre a guisa de salvoconducto, lo exhibías con orgullo, como un fantasma posado sobre tu hombro, el izquierdo creo. Nos contabas hazañas inauditas de tu ídolo de juventud, aunque siempre un poco de oídas pues, a la hora de las correspondencias, Ullán pasaba de ti, nunca te sacaba de paseo y no perdía ocasión de humillarte en público y en privado. Tu sufrías en silencio pues el de las humillaciones era el único terreno en el que estabas verdaderamente curtido, y por las noches sufrías de insomnio y de pesadillas atroces. Como todo masoquista, para ti era como una droga y las drogas nunca te sentaron bien, ni las blandas ni las duras, ni las buenas ni las malas, aunque en este último tostón, el decimotercero, empleas la jerga del yonqui y hablas de adicciones y monos con esa despreocupada ignorancia del que nunca se entera de que va la vaina. Ocurre, simplemente, que tú estabas hecho de una pasta demasiado delicada y quebradiza, una masa que había empezado a hornearse en un seminario, entre devocionarios y misales, y terminó moldeándose en una facultad de provincia con el libro rojo del presidente Mao. Más que tímido eras aprensivo, untuoso a más no poder, y vivías como embargado por una especie de pánico cerval al prójimo, no digo ya a lo desconocido. De ese capítulo poco memorable de tu biografía rendiste cuentas, cuando ya frisabas los cuarenta, en tu segunda novela, “El buque fantasma” (1992), aún peor si cabe que la primera. Entre tus amigos y los que ya no lo éramos tanto, produjo un sentimiento unánime de vergüenza ajena leer las andanzas de tu alter ego, aquel Martín Benavente, “incombustible conquistador que no oculta sus fragilidades, que en los años sesenta y setenta fue un hombre de acción y, veinte años después, contempla sin solemnidad esa época, tan heroica según los nostálgicos, y acaba comprendiendo que en realidad fueron tiempos más bien desdichados y extravagantes”. Un pobre desgraciado, en fin, “cuyas mentiras nunca hicieron daño a nadie”, curiosa presunción cuanto menos a tenor de la legión de amigos desairados o traicionados en su buena fe que cada año vas inmolando en el inagotable altar de tus complejos. Amistades, relaciones, que no dudas en sacrificar abombando el pecho mientras proclamas estupideces del calibre: “el gitano canta y el escritor, piensa”.
Pero allá por el año 77, cuando te agarraste como una lapa al círculo que formábamos, entre otros, Juan Manuel Bonet, Pancho Ortuño y yo mismo, el damnificado eras tú. Al programa de la Chamorro, a la sección de RTVE de la CNT, a las campañas contra la ley de Peligrosidad Social, al mundo de los libros viejos y de los pintores nuevos, al piso de la calle Padre Piquer del barrio de Aluche, llegaste escopeteado, huyendo del infierno del Fenicio y, por los mohines de gratitud que entonces nos prodigabas sin tasa, se diría que de toda tu vida anterior, y lo hiciste con un equipaje mínimo y en circunstancias de las que me ocuparé en próximos supositorios, pues no voy a desaprovechar la oportunidad que tan generosamente me brindas para ofrecer a los lectores un testimonio fresco y ameno de lo que vi y viví tan a lo vivo en su momento..
Era todo un espectáculo verte escribir en el cuartito que te servía de despacho y dormitorio, sobre una de esas mesitas camillas prefabricadas de aglomerado con los faldones gastados, observar el ceremonioso ritual con que disponías los útiles de escritor: un cuaderno, el fajo de cuartillas en blanco, la pluma estilográfica ni mala ni buena, un lápiz muy afilado, un abrecartas, un par de libros, el diccionario, alguna postal y un jarroncillo de cristal donde alguna que otra vez, nunca supe si por racanería o por pudor, bostezaba una rosa viuda (las blancas y las amarillas eran tus favoritas), todo bajo la luz mortecina de un flexo barato. Yo barruntaba que ese sentido de la liturgia tan aguzado lo habías adquirido en el seminario. Ignoraba que antes fuiste monaguillo de tu tío Cesar, y entre los ocho a los catorce años, en León te habías metido entre pecho y espalda varios miles de misas oficiadas en latín y, nevara o diluviara, siempre a las ocho de la mañana. “En mi casa, desde chicos, -alardeas tú al recordarlo- se nos inculcó como el más sagrado de los principios el de la responsabilidad, de modo que no recuerdo haber faltado nunca a aquellas misas, durante dos años, de los ocho a los diez, todos los días, y luego, de los diez a los trece o los catorce, durante los veranos. Por las tardes había que volver a la Maternidad, para asistirle en los bautizos. También tenían lugar a diario, incluidos los domingos.” Dudo mucho que tanta constancia en el cumplimiento del deber te haya asegurado un sitial en el reino de los cielos, pero no me cabe la menor duda que, aquí en la tierra, te impregnó de un aroma indeleble a sotana y agua bendita, a sacristía y semen rancio que, en tu caso y por decirlo con una formula tuya que pasará a los anales, ha sido el “verdadero hurmiento que fermentará toda la masa de lo porvenir”.
Era un primor, en fin, verte reclinado sobre la mesa camilla con profundo recogimiento: reposabas con suma delicadeza la barbilla sobre la mano izquierda con el dedo índice muy tieso, cerrabas los ojos concitando a las musas y cuando estas, algo alarmadas por tus requerimientos, se hacían las remolonas, entonces repicabas imperiosamente las yemas de los dedos de la mano derecha contra la superficie de la mesa, no a modo de tamboril, no, sino midiendo las sílabas de un endecasílabo rebelde, ajustándole los acentos, luchando a brazo partido con alguna cesura o sacándole lustre a una metáfora que se te resistía. De tanto en tanto, salías de tu ensimismamiento y con aire triunfal garrapateabas con caligrafía de pata de mosca algunas palabras sobre el papel, puede que todo un verso, con el lapicero en primera instancia y, solo cuando estabas muy seguro del golpe de inspiración, te decidías a gastar la pluma. Y así fue como una de aquellas noches, mientras lidiabas con las musas a pecho descubierto, se te apareció Juan Ramón Jiménez en todo su esplendor, te rozó con la punta de sus finos dedos y te hizo entrega de la llave de oro de la poesía pura. Acontecimiento decisivo o, aún mejor, misterio gozoso que divide tu vida en un antes y un después.
El tránsito desde la poesía salvaje hasta la poesía pura, de la veneración por Ullán a la devoción por Juan Ramón, J.R.J. en adelante, fue ya un sendero sembrado de rosas, pero con las rosas, bien lo sabes, vienen las espinas, y con las espinas los episodios chuscos, aunque tu ya parecías inmune a las cosas de este mundo, andabas como traspuesto, iluminado, según contabas, por una íntima determinación. Insisto en lo de íntima pues tu apariencia seguía siendo la misma y, a juzgar por los retratos que se publican en las contraportadas de tus libros y en los suplementos literarios de los periódicos, a la vuelta de tres décadas apenas ha cambiado: las mismas chaquetas de espiguilla, los mismos jerséis de pico, el mismo aspecto de mosquita muerta, la misma mirada esquiva que intenta ser franca sin conseguirlo. Cambió la orientación pero no la naturaleza de tu comercio con las musas, doy fe de ello pues dormíamos, como quien dice, pared contra pared y yo terminé familiarizándome con los ruidos que me llegaban del otro lado, interpretando tus gemidos, jadeos y suspiros como si fueran las señales de un náufrago y, de alguna manera, tú lo eras y, en consecuencia, un artista del manubrio, lo que no supone desdoro alguno, faltaría más, sino otra forma de emular a J.R.J. que, según Bergamín, también lo era. Al llamarte “pajillero de la mesa camilla” no estoy haciendo un chiste fácil sino traduciendo a un lenguaje llano el pretencioso eufemismo de “Caballero del Punto Fijo” con el que te gusta adornarte.
Entre la mesa camilla y el modesto camastro donde dormías apenas había un metro de distancia, y en él transcurría prácticamente toda tu vida. En esto, debo reconocerlo, has mejorado mucho: la distancia entre la cama y la mesa camilla que hoy utilizas es de cuatro o cinco metros, y el tamaño de esta mesa camilla actual es mayor que el de la cama de entonces, no digo ya la calidad de los faldones, pesados como cortinas de teatro, o la del brasero eléctrico que calienta tus inviernos, una auténtica pocholada. Semejantes lujos fueron posibles gracias a Miriam, una gran chica, las cosas como son, que conociste en televisión y hoy es tu mujer. En cuanto tuviste oportunidad te mudaste a su piso en la calle Conde de Xiquena, y ya no te has vuelto a mover de allí. En Aluche me dejaste como herencia a un hermano pequeño.
A las pocas semanas de la mudanza Juan Manuel Bonet me llamó por teléfono: Andrés está muy mal, dijo. ¿Que le ocurre?, pregunté con lógica alarma. No se sabe, pero parece grave. Quedamos citados aquella misma tarde para visitarte y, en efecto, no tenías buen aspecto. Nos recibiste en la cama, en tu nueva alcoba estilo italiano, con el embozo hasta la barbilla, afiebrado y sudando frío, las ojeras profundas y amoratadas, la mirada perdida, verde, amarillo, lívido. Como moribundo no te faltaba detalle. Con gran esfuerzo levantabas el brazo apenas unos centímetros, no estaba claro si para saludarnos o despedirte definitivamente de nosotros, de la vida, de ese mundo que se había derrumbado sin remedio sobre tu cabeza. Las cortinas estaban corridas, la habitación en penumbra y los amigos te rodeábamos, solícitos, hablando con voz queda, apagada, como contribución al cuadro de tu agonía, tan conseguido que daba casi pena que no fuera en serio. A la entrada, Miriam nos había informado que el médico te había reconocido sin encontrar ningún síntoma preocupante. Una crisis de ansiedad, dictaminó el galeno y te atiborró de valium, supongo. Un jamacuco, que dicen en Sevilla, cuando alguien se fuma un canuto de doble cero y es incapaz de metabolizarlo. Y quien dice un canuto dice cualquier otra cosa. Un atracón de Juan Ramón, dictaminó Juan Manuel, que todavía conservaba el ojo clínico. Yo, menos sensible a los desgarros poéticos, me maliciaba que aquel tableaux vivant no era sino una forma bastante retorcida de marcar el territorio. El tiempo nos ha dado la razón a los dos.
(Continuará)
Respecto al último comentario que me precede y que viene firmado como anónimo diré que no me parece el lugar adecuado para incluirlo. Así pues rogaría a su autor que no envie más comentarios de este tipo porque no serán bienvenidos. Saludos y gracias.
La novela policíaca, también llamada novela policial o novela detectivesca es una clase de textos o subgénero dentro de la novela, que es a su vez un subgénero de la épica o narrativa. Su principal móvil lo constituye la resolución de un enigma, que es generalmente de tipo criminal. Por tanto, se trata de una estructura novelística cerrada.casino on line
Según la interpretación psicoanalítica del género, el detective representa al lector como niño que intenta resolver su complejo de Edipo descifrando el enigma de las relaciones que el criminal, que representa al padre, sostiene con la madre, que es representada por la víctima.
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