martes, agosto 07, 2007

Paseo 68: La mujer de las alas grises de Fernando Marías; Barcelona: Destino, 2003


Hoy podría empezar este paseo confesando que no he leído este libro, que lo he visionado. Me senté en la butaca al final del pasillo y asistí al estreno de una película todavía no filmada donde los seres reales no son más que personajes y donde los personajes comienzan a tener vida propia. Los acontecimientos se suceden atropelladamente y son presentados en diferentes versiones para despistar al lector o para que elija lo que más le guste. Y es que esta novela, este thriller psicológico tan magníficamente ideado, tan lleno de imágenes, tan rico en matices, tan trabajado, es un auténtico homenaje al cine, a la técnica narrativa, a la creación, donde el lector- espectador llega a convertirse, por efecto de mímesis, en casi el propio creador de la trama, de la película, de la obra. Porque es éste el efecto que produce. Uno aprende a crear historias derivadas, posibles soluciones a los conflictos. Uno aprende a interpretar, a reunir pesquisas, a desenredar la madeja, a dudar... y, cuando esto ocurre, todo se viene abajo de repente, todo se empequeñece. Las cajas chinas se desintegran. La intriga criminal llega a parecer lo que no es. ¿Es esta la novela que leemos? ¿Es esta la película no filmada que vemos? Nos creemos lectores avezados y nos dejamos llevar por ello, pero fallamos. Somos torpes lectores ávidos de acontecimientos y el autor lo sabe y juega con nosotros. Nos confunde. Nada es lo que parece. No creas nada de lo que te digo y sin embargo debes saber que así sucedió. Es la gran batalla de la inteligencia. Nos medimos en el juego. Esto es un hecho. Presenciamos distintos temas, acontecimientos históricos, cine que puede cambiar el curso de la historia, amor que puede traspasar cualquier límite, libertad buscada a toda costa y, sobre todas las cosas, una trama en donde todo encaja a pesar de la aparente confusión, engancha, te hace partícipe, te atrapa.
Y al final de esta aventura, no podría llamarla de otra forma, todavía resonará en nuestra memoria:

Majestad, soy la mujer de las alas grises...¿os acordáis de mí?

Y todo vuelve a comenzar.

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